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La integración del farmacéutico en la unidad de cuidados intensivos, clave para la mejora del paciente

Un trabajo de la Clínica Universitaria de Navarra presentado en el último Congreso de la Sociedad Europea de Farmacia Hospitalaria demuestra que la integración del farmacéutico de hospital en las unidades de cuidados intensivos presenta notables ventajas en la mejora del tratamiento y la evolución del paciente en dichos servicios.
Irene Aquerreta, a la derecha, junto a otras compañeras del servicio de Farmacia de la CUN.

Un trabajo de la Clínica Universitaria de Navarra presentado en el último Congreso de la Sociedad Europea de Farmacia Hospitalaria demuestra que la integración del farmacéutico de hospital en las unidades de cuidados intensivos presenta notables ventajas en la mejora del tratamiento y la evolución del paciente en dichos servicios.

La farmacéutica del hospital navarro, Irene Aquerreta y la intensivista Gema Echarri, del mismo centro, presentaron su experiencia de colaboración nacida en 2002 y que se ha incrementado notablemente a lo largo de la pandemia de covid-19.

Las profesionales navarras presentaron una serie de pautas innovadoras para la integración de ambos servicios que llegan a demostrar, según explica Aquerreta que “el ahorro de costes y la optimización del gasto compensa económicamente la integración de un farmacéutico de hospital en las Unidades de Cuidados Intensivos”.

Aquerreta explica que la creación de una serie de pautas innovadoras acaba provocando “que paulatinamente determinadas actividades que se realizan en estas unidades acaben delegadas en el farmacéutico por sistema”.

El farmacéutico hospitalario “juega un papel importante en el equipo multidisciplinario de cuidados intensivos”. La revisión y la optimización de la farmacoterapia de los pacientes de acuerdo con los cambios en el estado clínico del paciente e identifican interacciones farmacológicas o eventos farmacológicos adversos para recomendar tratamientos seguros, eficaces y económicos”, asegura Aquerreta, quién además indica que, cuanto estas prácticas se ponen en marcha “son las propias unidades las que reclaman la presencia de los farmacéuticos”.

La principal función del farmacéutico se centra en la revisión diaria del tratamiento farmacológico prescrito, con el objetivo de "prevenir, identificar y resolver los problemas relacionados con el medicamento para así asegurar el mejor tratamiento al paciente crítico, en términos de eficacia y seguridad".

Esta incorporación ha supuesto mejoras tanto en los resultados de actividad como en la salud de los pacientes críticos. Igualmente, el desarrollo de prácticas innovadoras se ha visto acrecentado durante la pandemia, en las que estas unidades se han tenido que adaptar a un entorno clínico en constante cambio. Un entorno que exigía cambios en las pautas terapéuticas  casi a diario; investigación en tratamientos potenciales para Covid-19; obtención de grandes cantidades de agentes paralizantes y sedantes utilizados para pacientes con ventiladores; y afrontar la posible escasez de medicamentos utilizados en las unidades de cuidados intensivos; por nombrar solo algunos desafíos.

En este contexto, la experiencia de la Clínica Universitaria, presenta su propuesta para desarrollar un plan terapéutico y monitorear la respuesta en pacientes de cuidados críticos, mejorar la seguridad del paciente y evaluar la rentabilidad.

Aquerreta asegura que la presencia del farmacéutico de hospital redunda en el beneficio de los pacientes atendidos y en la mejora también del propio servicio de cuidados intensivos.

En la evaluación de resultados a 12 meses desde enero de 2021 al presente año, se han realizado 2.069 interveciones sobre 530 pacientes, que permitieron entre otras cuestiones, detectar 185 errores en medicación y una aceptación del 97%. El coste ahorrado estimado se estableció en 87.308 euros.

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