Opinión

Medicamentos más baratos por ley. ¿Así de fácil? No creo

Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma, sobre la Iniciativa Legislativa Popular que propone cambiar la fijación de precios de medicamentos en España

Artículo de opinión de José María López Alemany, director de Diariofarma.

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La Iniciativa Legislativa Popular (ILP), “Medicamentos a un precio Justo”, que ha congregado a diferentes entidades y que se ve con buenos ojos en muchos ámbitos de la gestión farmacéutica, puede tener importantes efectos indeseables en lo que se refiere a la prestación farmacéutica e incluso la disponibilidad de medicamentos innovadores en nuestro país.

Esta propuesta de modificación del Real Decreto legislativo 1/2015, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos parte de la premisa de que los precios de los medicamentos son desorbitados y, por tanto, se puede y se deben reducir de manera considerable, por Ley.

La propuesta realizada, y que sus impulsores están dando importantes pasos para hacerla realidad con acciones en el ámbito político, presentado mociones en ayuntamientos, en el ámbito sanitario y social, con la incorporación de diversas entidades, promete dar un vuelco a cómo se fijan los precios de los medicamentos innovadores en España. Un vuelco que podría tener consecuencias nefastas de llegar a hacerse realidad.

La Proposición de Ley quiere modificar la legislación de fijación de precios y supone una vuelta atrás en todo lo avanzado en materia de evaluación económica, que solo se podría utilizar de cara a la decisión de aceptar o denegar la financiación, pero no para la cuantía del precio. El texto, en esta materia de fijación de precios, propone que la Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos (CIPM) utilice “como criterio principal para fijar el precio industrial los costes de fabricación y de investigación, debidamente acreditados. Los demás costes que se aleguen, así como el margen de beneficios se equipararán a la media del sector industrial”.

De este modo, parece que en la fijación de precios de los medicamentos se obviaría, entre otras cuestiones, el gasto en el que incurren los laboratorios por las investigaciones fracasadas, que son la mayoría y una parte importante del precio final de los medicamentos. Un coste que actualmente, como es obvio, supone una parte importante de los precios que finalmente se piden por la industria.

Impedir que la industria incorpore los costes de los fracasos en los precios de los medicamentos que sí que llegan a la clínica es la mejor manera para reducir la investigación de medicamentos y evitar correr riesgos para alcanzar curas para enfermedades graves. Solo se haría investigación en ámbitos conocidos, con elevados índices de éxito, con lo que las enfermedades sin cura se quedarían así para siempre.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la gran mayoría de los precios de cuantías elevadas que se ven últimamente se debe a que son medicamentos que se han desarrollado para un pequeño número de pacientes. Pero esa circunstancia no implica que los costes de investigación y desarrollo sean mucho menores. Por ese motivo, es necesario también distribuir los costes de investigación sobre un número más pequeño de tratamientos que hace que el coste unitario se incremente.

Un modelo de éxito

Creo firmemente que el modelo de desarrollo de nuevos medicamentos ha sido un ejemplo de éxito en los últimos 30 años. Un modelo que ha permitido el desarrollo de medicamentos que han vuelto crónica la infección por VIH; que han dado esperanza y curado múltiples tipos de cáncer; que está próximo a erradicar la hepatitis C o que ha transformado la vida de millones de pacientes con artritis reumatoide, diabetes y otras enfermedades incapacitantes. A pesar de ello, puede ser necesario retocarlo y aplicar otros criterios, pero

En un mundo globalizado, tratar de imponer normas diferentes a las del resto de países de nuestro entorno no puede acabar bien. Si la industria no encuentra en nuestro país las condiciones necesarias para lanzar sus medicamentos, no lo hará. Y, en ese caso, los más perjudicados serán los pacientes, que no podrán acceder a los mismos medicamentos.

Competencia, pago por valor y resultados en salud

Creo que la mejor manera de reducir los precios de los medicamentos sin impactar negativamente en el desarrollo de nuevos fármacos o su lanzamiento en nuestro país es propiciar la competencia y que a través de ella se haga bajar los precios. Como se hizo con la hepatitis C, que, en pocos meses, y con mucho esfuerzo por parte de los gestores y la industria, se lograron acuerdos que finalmente redujeron los costes por paciente para el sistema y aseguraron unos ingresos para las compañías, beneficiando a una gran mayoría de personas con hepatitis C.

Además, por supuesto, es necesario seguir aplicando las herramientas que está poniendo en práctica ahora mismo el Ministerio de Sanidad: pago por resultados, pago por valor, acuerdos de riesgo compartido, etc. También es necesario repensar la cartera de servicios. No es posible pagar todo a todos y para siempre, y decir lo contrario es demagógico. Todo ello es la base para que el sistema sanitario no pague un euro más del que deba invertir por el beneficio prometido.

En cualquier caso, y con el convencimiento de que la eficiencia es necesaria y que siempre se debe asegurar que cualquier euro de dinero público se gaste adecuadamente, creo que también es obligatorio poner de manifiesto que, en nuestro país, se destina a medicamentos una cantidad próxima al 25% del gasto sanitario público y que esta cifra permanece estable en los últimos años. De este modo, no parece que la sostenibilidad del sistema esté realmente en riesgo por este asunto, aunque es cierto que no hay que bajar la guardia.

Por último, también creo necesario para cualquier análisis que quiera poner en cuestión si la inversión en medicamentos es alta o baja en nuestro país, que se debe realizar un análisis en función de los resultados en salud obtenidos y el valor que la utilización de medicamentos aporta no solo al sistema sanitario y a los pacientes, sino a toda la sociedad. Hacerlo de otro modo no será realista y nos llevaría a conclusiones equivocadas y, por tanto, a tomar decisiones erróneas.


José María López Alemany es director de Diariofarma.

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